Ojos, que ya han visto fin
a ésto, supuesto infinito,
y amor, no lo he de sentir;
muere, violento en el piso.
Vuelve la cabeza al pasado
triste ve aquellos principios
regresa y ve los finales
dichosos ya de sentirlos.
Entre inconclusos poemas
rie a quien hoy escribo;
los pensé cuando quería,
más tarde no pude escribirlos.
No permitió más nunca
darle al dolor beneficio
y con duras realidades
fue un relajado escrutinio
Le vi como el más inútil
(no le sentí cuando vino)
mas silente se me entró
y me empapó con olvido.
No con el tacto lo siento,
siento su tacto divino
en el vacío del pecho,
en la felicidad de un grito.
Sólo él pudo abstenerme
de tan lascivos suspiros
y de sustos inefables
dejó el estómago limpio.
Mariposas de negro nacer
ya no vuelan en mi ombligo,
expulsadas por mi boca,
huyeron a un lugar tibio.
Y el temblor de mi cuerpo
con indiferencia ha teñido
la misma que me mató
cuando su confesión dijo.
Hoy me deshace la venda
que en mis ojos hizo nido,
que en mis nervios enterró
su mentiroso cuchillo.
Él, vehemente me quitó
innecesarios cariños
y en la duda de olvidarlos
está el miedo de sentirlos.
Lo que no hace el dolor
tampoco lo hace el sentido,
ellos sirven de escarmiento
pero no de pasaje al olvido
Estó, que lento escribo
es para el cuerpo un alivio,
es un poema para el tiempo,
que sin llamarle vino.